Debe ser el poso que me dejaron los tiempos de estudiante, pero para mi los años comienzan con el curso escolar, en septiembre. Estos días de asueto vacacional-veraniego permiten echar una mirada más relajada a lo que hemos hecho o visto a lo largo del año y reflexionar.
Hacer empresa es algo que, a los que nos encontramos en ello, nos debe llenar de orgullo. Crear es un don, ser empresario – en algunos aspectos – un acto de heroicidad y llegar a crear empleo (el nuestro propio y el de nuestros colaboradores) de medalla olímpica. La actividad empresarial lleva implicita la posibilidad de éxito y también la de fracaso, muchos factores inciden o pueden incidir en ambos. Desde luego, es mucho más sencillo de alcanzar el fracaso que el éxito, así es y debería ser entendido de esta forma por la sociedad, aunque esto, en España, tristemente no es así. El fracaso puede estigmatizar por años al que decide a montar su empresa, el valor de lo aprendido en el camino no perece tener valor alguno. Sin embargo, creo fervientemente que un tonto jamás se recupera de un éxito, mientras que un inteligente superará con facilidad los tropiezos de la vida – empresarial y no empresarial -.
En el entorno que vivimos podemos encontrar muchos estímulos a la iniciativa empresarial a través del comercio electrónico. El desarrollo digital lo posibilita y, desde luego, casi es obligación para toda aquella empresa que tenga en el mundo off-line una actividad comercial. También los nativos digitales comienzan a estar en la madurez para lanzar sus proyectos, para los que estamos en la generación híbrida viene a ser un sector de actividad atrayente.
Algunos nos venden que la salida de la crisis viene por esta línea, por intensificar el comercio electrónico como forma de hacer negocios, cierto, pero no menos falaz que el comercio electrónico por si, no solo no será salida de ninguna crisis, más bien será la consecuencia de los grandes cambios de lo que ya para algunos no es una crisis, sino un cambio de era.
Decía que la actividad empresarial lleva pareja la posibilidad de fracaso, así lo entiendo. Todo ello no es óbice para evitar comportamientos avocados al fracaso, y aquí, voy a arrimar el ascua a mi foco de actividad. La consideración de los aspectos legales que acompañan a toda estrategia de negocio on-line vienen a tener una consideración secundaria, si es que llega a serlo, siempre vienen a estar por encima novedosas formas de negocio y de promoción del mismo. Internet provoca un ritmo vertiginoso de evolución en las formas de hacer, en las formas de comunicar, en las formas de hacer empresa; el derecho siempre va por detrás de estos desarrollos, provocando una asintonía entre la regulación y el propio negocio, entre el marketing como forma de hacer mercado y el derecho como instrumento de regulación del mismo.
No hemos de dejar de lado que Internet, con todo la novedad que aporta, ha venido a modificar lo que ya se venía haciendo de otras formas y hemos de tener muy presentes que una venta es un contrato, en el mundo off-line y en el mundo on-line, que un delito contra la propiedad intelectual lo es de igual forma en ambos ámbitos, que una difamación lo es de todas formas, sea cual sea el canal que empleemos. Internet ha venido a amplificar la difusión de aquellos riegos jurídicos que ya existían y a añadir otros propios de la necesaria regulación del medio.
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